Las formas brevísimas de Ary Malaver consienten microrrelatos, miniensayos, aforismos, greguerías, fragmentos, poemas en prosa e incluso definiciones, que nos recuerdan las entradas de los diccionarios y las enciclopedias. Algunas son ficciones y otras podrían ser otra cosa, pero todas tienen ambición literaria, a pesar de presentarse como notas a pie de página de un texto invisible que el lector debe construir en su imaginación, porque la nota remite a una página en blanco. Espejos es una original exploración del territorio de la micronarrativa, que -como los bonsáis- no deja de crecer. Ary Malaver minia y poda los brotes narrativos, acotando un mundo cada vez más grande. FERNANDO IWASAKI Espejos está atravesado por una intensa espiritualidad que no desdeña la compañía de apuntes sobre costumbres sexuales, partenogénesis y hermafroditismo. Abarca infinidad de temas, propone variedad de formulaciones y pondera la perfección de un mundo futuro que, sin embargo, ya ocurrió. También permite al lector extraer alguna tesis. Por ejemplo, que lo primordial femenino fue desplazado y ocultado por la cultura patriarcal que dominó durante buena parte del desarrollo de la humanidad. Espejos muestra el intelecto en ebullición de Ary Malaver, algo que es compatible con la reflexión lúcida y el minucioso ejercicio de las mil y una posibilidades formales de la brevedad literaria. RAUL BRASCA Si la microficción es la rara avis de la literatura, esta nueva propuesta de Ary Malaver intensifica el efecto de rareza inaugurando un formato lúdico en el amplio sentido de este concepto. Se ingresa al libro mediante la percepción: el juego gráfico entre el espacio en blanco y la nota al pie -los dos polos, el yin y el yang, el Norte y el Sur que organizan cada página- es una ruta de prelectura, un deslumbramiento preverbal que funciona como estímulo para un recorrido textual inédito. Espejos comparte su etimología con otras palabras que refieren a lo figurado, a lo espectral, al acto de mirar y al de auscultar, y lleva la carga semántica de la tradición a la que honra con ingeniosa provocación. SANDRA BIANCHI