Era domingo, 16 de julio de 2023, y a Rodrigo le pareció, de pronto, que hacía un calor horroroso. Se levantó de la silla y caminó sin rumbo durante unos minutos, dando vueltas por la habitación. En silencio, con la boca completamente desencajada. Con los ojos abiertos como dos planetas quietos en mitad del espacio. Y en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirlo».En 1695, escondido entre los hábitos de una monja española, el último y mejor poema de sor Juana Inés de la Cruz, dictado por la religiosa novohispana mientras agonizaba en su lecho de muerte, viajó a la península ibérica, donde ha permanecido oculto desde entonces.