Se emprende un viaje que se cree de ida y vuelta. No se fija un límite temporal ni una edad, sólo se espera volver algún día a los espacios que sustentan la memoria. Pero en algún momento impreciso se desvanece la quimera del regreso y nos asalta la certeza de que ya no se sabe cómo volver y de que ya nadie nos busca: el viaje de repente se ha hecho errancia y uno termina siendo de ninguna parte.á"De haberlo sabido no habríamos cambiado por nada del mundoesa tierraáese barro bajo nuestros pies".áLa angustia, el dolor, la protesta dominan los poemas de Memoria errante, un desnudo y tortuoso monólogo en el que Cristina Falcón Maldonado encara con dureza el desarraigo como destrucción y reconstrucción de uno mismo.