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BARCELONA, 1950. AL ENCONTRAR A AGUSTÍN MAINAT al lado del cadáver del señor Gilberto Fernández, diplomático asesinado en su propia casa, la policía da el caso por cerrado. Para ellos está claro quién es el asesino. En la agenda de Agustín está escrito el nombre de Miquel Mascarell y la policía no tarda en interrogarlo también. El padre de Agustín había sido amigo suyo, pero Miquel solamente había visto una vez a su hijo. Involucrado en el caso por esta extraña casualidad, Miquel Mascarell se pone a investigar para ayudar al hijo de su amigo fallecido y sobretodo porque cree cada vez más en su inocencia.