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Entre los años 1739 y 1748 el Reino de Gran Bretaña y el Imperio Español se enzarzaron en un conflicto bélico que, por el volumen de medios utilizados y el enorme escenario geográfico en el que se desarrolló, principalmente en el Caribe, podría considerarse como una verdadera guerra moderna. El origen del conflicto estuvo relacionado con el comercio con la América española; un inmenso mercado sobre el que la recién instaurada dinastía borbónica trataba de mantener el régimen de monopolio y sobre el que Gran Bretaña había obtenido, en los tratados de Utrecht (1713-1715), que pusieron fin a la guerra de Sucesión Española dos importantes concesiones: el «Navío de Permiso», un barco anual autorizado a llevar hasta quinientas toneladas de mercancías y la licencia para vender, en exclusiva y durante treinta años, esclavos negros, conocida como «Asiento de Negros». Estas concesiones, sin embargo, podían ser fiscalizadas por los navíos de la Real Armada española, cuyos guardacostas