Desde los lejanos tiempos de la Prehistoria, el ganado vacuno ha constituido un factor predominante en el desarrollo de la vida, cultura, economía y religiosidad del hombre, influyendo de un modo decisivo en su evolución. El uro, su más genuino y primitivo representante, atrajo siempre la atención del cazador. Como fuente de recursos cárnicos, óseos y peleteros, su posesión derivó en su domesticación, convirtiéndose, además, en compañero ideal para el laboreo de los campos.