Imagínese una empresaá en la que no hay secretarias, ni tabiques que separan una oficina de la otra, ni horarios. Una empresa en la que los directivos no están obligados a llevar corbata y se sienten muy satisfechos porque ellos mismos fijan su propio salario, aunque por otro lado, suelen contestar al teléfono y enviar sus propios faxes. Unos directivos a los que no les importa que sus subordinados les pongan calificaciones cada mes de forma pública.