En las costas cantábricas, andar a la rucha, habla de aprovechar lo que la marea deja en la bajamar. En general son maderas, ocle y otros asuntos de poco valor, aunque a veces la mar, caprichosa, devuelve cosas del orden de lo fantástico.Este ramillete de relatos está hecho también de restos que dejan las mareas: memorias no dichas, obsesiones, asombros... y otros materiales, afectados por el ir y venir del agua.Para andar a la rucha no hace falta mucho aparejo. ¡Anímense!