«Le han disparado a quemarropa, una ráfaga en pijama y camiseta de tirantes, como si estuviese recién levantado, vestido como un jubilado romano. Quizás Aldo Moro lo había intuido todo desde el principio, sabía que no tenía elección ni escapatoria; de pronto, se había convertido en peón y no en dueño del juego, él, que sabía qué era el poder y cómo se mueven y se utilizan los hombres».9 de mayo de 1978, via Caetani, Roma. Con el hallazgo del cuerpo sin vida de Aldo Moro en el maletero de un coche se cierran casi dos meses que sacudieron Italia y que abrieron en el cuerpo civil heridas que aún no han cicatrizado del todo. Estas páginas reconstruyen aquellos días en los que un símbolo del poder se volvió de pronto demasiado incómodo. Un hombre encarcelado en una lucha entre facciones: las Brigadas Rojas y la clase política, quienes, a través de él, disputaban su partida de ajedrez terminal. Aldo Moro, cuerpo de Estado es el retrato de un país atónito y confuso, pero también el testimonio, la memoria de una generación que, frente a la tragedia, se dividió.