Mariana, restauradora de obras de arte, especializada en papel, se instala en una casona de la montaña cántabra propiedad de Genoveva para restaurar las acuarelas que pintaron sus antepasadas. Mariana acepta ese trabajo huyendo de una vivencia dolorosa. En ese lugar comienzan a sanar sus heridas, gracias a la naturaleza y los encuentros con personas que van tejiendo vínculos con ella. Mientras restaura las acuarelas se produce un hecho insólito, casi mágico. A la vez que limpia la superficie de las pinceladas de color, se le transfieren los sentimientos y las vivencias de cada una de las pintoras mientras ellas mismas componían sus acuarelas. En esa casona se vivieron pasiones, traiciones, locuras... En ella hay mucho dolor, pero también amor y ternura. La muerte de alguien cercano a la casa desencadena una tragedia que afecta a una de las pintoras.