La más anciana de las abejas refunfuñóporque no había sido invitada. Con eldelantal churretoso de miel, fue albosque a oír las campanas que losárboles hacían tocas. El aire, remolón,mandaba un silbido roco, porque a éltampoco le habían dicho nada, y es que,con tanto trabajo, se olvidaron de ir alcorral de Pitacresta para que el Gallo-Pintón,al amanecer, anunciara con su voz desnuday larga la fiesta que preparaban.